Caminaba de nuevo entre esos
arbustos. Miraba cada rincón del parque y no lo encontré. Una gota cayó sobre
mi cara. La lluvia terminó por cubrir los alrededores. Se convirtió en mi único
confort. Me gustaba mojarme.
Termine empapada y sentada sobre la banca. El frío no era mi preocupación, sin embargo mi ánimo estaba por los suelos.
Quería llorar. Quería gritar su
nombre, pero ni lo sabía. Reí con ironía. Como pude creerlo. Como me confundí.
Como caí de una manera tonta en esa red que se disfrazo de amor.
Disculpa – escuche una voz
masculina, pero cálida - ¿Me puedo sentar aquí? – preguntó. Estaba cabizbaja,
miraba hacia el piso y a la nada al mismo tiempo. Así que no me percate de
quien era.
Sí - respondí cortante y en voz baja –
Esta mojada – Afirmó “¿Qué le
importaba?” Pensé – Tome, abríguese – Coloco una casaca impermeable sobre mis
hombros –
No, gracias – dije mientras me
quitaba la casaca. Trataba de entregárselo pero se opuso y aquella situación se
convirtió en una guerra de manos.
¡Basta! - exclame cansada. Levante la
mirada. Quede petrificada al verlo.
Era él. Sonrió y me acaricio la
mejilla. Saco una paraguas y lo abrió para ambos. No podía pronunciar palabra. No podía aceptarlo. No era cierto.No me había quedado dormida.
El no dejaba de observarme. Era tierno y curioso. Hermoso y confuso.
El no dejaba de observarme. Era tierno y curioso. Hermoso y confuso.
Estabas acá – suspiro – Me había cansado
de perseguirte – hizo una breve pausa - Después de mucho tiempo, al fin te encontré
-
No hay comentarios:
Publicar un comentario