Bien señorita, eso lo tiene que
aclarar con las autoridades mayores – sentencio el secretario de la comisaria –
Esto es indignante. ¿Cómo tratan
así a sus turistas? Pf – bufe cansada de la situación y me fui a sentar con los
brazos cruzados –
Realmente estaba enfadada, solo
quería largarme de aquel lugar. Un policía, si se le puede decir así; apareció
con un chico y se acerco al secretario. Aquel chico solo daba la espalada a
todos y tenía un “tic” en la pierna, como en acto de inquietud.
Miren – abrió la boca el viejo –
Muchos secuestradores el día de hoy – dijo sarcástico. Estúpido.
Yo no soy ningún secuestrador –
Exclamo el chico - ¿Acaso es malo presentarse y querer ayudar a un niño? – dijo
–
¡Rayos! Aun no lograba ver su
rostro pero su voz se me hacía muy familiar. Sabía que la había escuchado
antes.
Joven, por favor- trato de
calmarlo el viejo – Vaya a sentarse con la señorita – me señalo y el volteo a
verme…
Levante la mirada y, sus ojos
trataban de penetrar los míos. Sus labios gruesos, sus ojos rasgados. Era muy
alto y atractivo. Era él; era Kim Hee Chul. Su fría mirada solo me intimido y
él se había dado cuenta porque sonrió, pero no una sonrisa amable. Era otra
clase de sonrisa.
¿No sabe quién soy? – Pregunto
incrédulo – ¿Piensa que Heechul de Super Junior robaría un niño? – seguía
diciendo
¡Oh! Disculpe señor – dijo el
viejo – Lo sentimos mucho…- continuo hablando -
¡Claro! – Exclame y me acerque a
ellos – Seguro porque este es famoso lo dejara irse – Cuando dije “este” lo
señale –
Señorita, mas respeto con el
joven Heechul - la superestrella clavo
su mirada en mi, al mismo tiempo que el secretario hablaba –
Nada que respeto – dije exaltada
- ¿Por qué? ¿Por qué es una superestrella?
¡Oh! Disculpe caballero –
Tranquila niña – dijo el – Veo
que te faltan modales – Se acerco a mí, y me tomo del brazo haciendo una
pequeña presión en ella –
Suéltame – dije entre dientes –
¿Pasa algo? – pregunto el
chismoso que no lograba ver lo que Heechul estaba haciendo –
No – respondió arrogante y me
soltó – Ya que no tengo nada que hacer aquí – suspiro – Me voy. ¡Ah! Vigile
bien a la señorita –
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